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¿Por qué a los hombres les cuesta pedir ayuda emocional? Raíces y caminos para sanar

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Desde el Centro de Bienestar Entrevida queremos abrir conversaciones honestas sobre por qué a muchos hombres les cuesta pedir ayuda emocional. También queremos comprender qué ocurre cuando hablamos de vulnerabilidad en un contexto que históricamente la ha asociado con debilidad.

Durante años, la masculinidad tradicional ha enseñado que mostrarse vulnerable es una fragilidad. Crecer bajo modelos que reprimen las emociones y niegan espacios seguros para expresarlas ha llevado a muchos hombres a desconectarse de lo que sienten. Esto dificulta reconocer y expresar su mundo interno.

En este blog exploraremos cómo se formó este patrón, cómo impacta hoy la vida emocional de muchos hombres y qué podemos hacer para transformarlo desde una mirada cercana y humana.

Hoy hablaremos de:


Masculinidad tradicional: cuando “ser fuerte” significa callar

Durante décadas, la idea de lo que significa “ser hombre” ha estado marcada por mandatos rígidos. Ser fuerte, autosuficiente, resistente al dolor y emocionalmente imperturbable se convirtió en el ideal. Este modelo hoy dificulta profundamente la relación entre los hombres y la ayuda emocional.

Estos mensajes no se transmiten solo con palabras. Aparecen en gestos cotidianos, silencios y reacciones de los adultos que rodean a los niños desde pequeños. Frases como “no llore”, “póngase firme” o “no sea débil” funcionan como instrucciones emocionales. Así, muchos hombres aprenden a relacionarse consigo mismos desde la negación de lo que sienten.

Con el tiempo, esta educación construye una masculinidad que asocia la vulnerabilidad con vergüenza y fracaso. Expresar tristeza, miedo o confusión se vive como una amenaza a la identidad. Sentir se percibe como “perder el control”.

¿Cuántas veces hemos escuchado a un hombre decir “no pasa nada” cuando en realidad sí pasa? Esa frase refleja un aprendizaje silencioso que muchos cargan sin notarlo.

Este modelo no solo limita la expresión emocional. También dificulta pedir ayuda. Si un hombre aprende que debe resolverlo todo solo, ¿cómo admite que algo le duele?, ¿cómo reconoce que necesita acompañamiento?, ¿cómo permite que otro lo vea vulnerable?

El impacto es profundo. Muchos hombres crecen desconectados de su mundo emocional, no porque no sientan, sino porque aprendieron a no mostrar lo que sienten. Esto suele generar aislamiento, distanciamiento afectivo, dificultades para la intimidad y malestar que se expresa a través del cuerpo o la irritabilidad.

Reconocer estas raíces no busca culpar. Busca comprender. Solo al entender de dónde vienen estos mandatos podemos construir formas de masculinidad más humanas y saludables, donde pedir ayuda deje de ser una amenaza y se convierta en un acto de valentía y autocuidado.


Alexitimia aprendida: cuando sentir se vuelve difícil de nombrar

La alexitimia describe la dificultad para identificar, comprender y poner en palabras las emociones propias. No significa que la persona no sienta. Significa que no sabe nombrar lo que siente ni reconocerlo con claridad en su cuerpo.

En muchos hombres, esta dificultad aparece con frecuencia cuando hablamos de ayuda emocional. Aunque la alexitimia puede tener componentes neurológicos, en numerosos casos surge como una habilidad emocional no desarrollada debido a la educación recibida en la infancia. Por eso hablamos de alexitimia aprendida (Wong, Ho, Wang & Miller, 2017).

Desde pequeños, muchos hombres fueron socializados para “aguantarse” y seguir adelante sin mostrar emociones. En lugar de aprender a decir “estoy triste”, “esto me dolió” o “tengo miedo”, aprendieron a reprimir, distraerse o endurecerse.

Con el tiempo, esa desconexión se vuelve natural. Ya no solo evitan expresar lo que sienten; realmente les cuesta reconocerlo. Esto se refleja en frases como:
“No sé qué siento, solo estoy mal”,
“No tengo motivos para estar así”,
“Me siento raro, pero no sé por qué”.

La emoción no desaparece. Queda atrapada sin un canal para salir. Muchas veces se transforma en tensión física, irritabilidad, ansiedad o estallidos de enojo, expresiones que socialmente se permiten más a los hombres.

Esta alexitimia aprendida vuelve aún más difícil pedir ayuda emocional. ¿Cómo pedir apoyo si no sé qué me pasa? ¿Cómo explicar lo que siento si no puedo ponerlo en palabras?

Comprender esto resulta fundamental para abrir caminos más humanos. No se trata de juzgar ni patologizar. Se trata de reconocer que, si no se enseñó el lenguaje emocional, aún se puede aprender. La capacidad de sentir, nombrar y comunicar emociones se desarrolla con acompañamiento, práctica y entornos donde la vulnerabilidad no se castigue, sino que se reciba como un acto de autenticidad y crecimiento.


Gracias por llegar hasta el final de este artículo.
Soy Paula, psicóloga máster del Consultorio Centro de Bienestar Entrevida, y escribí este texto con cariño y entrega para ti.

Te dejo este video, donde encontrarás herramientas para reconocer cuándo es momento de buscar ayuda externa:

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